Wednesday, June 1, 2011

Me viene, hay días, una gana ubérrima....

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política, 
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros, 
y me viene de lejos un querer 
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza, 
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito, 
a la que llora por el que lloraba, 
al rey del vino, al esclavo del agua, 
al que ocultóse en su ira, 
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma. 
Y quiero, por lo tanto, acomodarle 
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado; 
su luz, al grande; su grandeza, al chico. 
Quiero planchar directamente 
un pañuelo al que no puede llorar 
y, cuando estoy triste o me duele la dicha, 
remendar a los niños y a los genios.


Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo 
y me urge estar sentado 
a la diestra del zurdo, y responder al mundo, 
tratando de serle útil en 
lo que puedo, y también quiero muchísimo 
lavarle al cojo el pie, 
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.


¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial, 
interhumano y parroquial, proyecto! 
Me viene a pelo 
desde el cimiento, desde la ingle pública, 
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle 
la bufanda al cantor, 
y al que sufre, besarle en su sartén, 
al sordo, en su rumor craneano, impávido; 
al que me da lo que olvidé en mi seno, 
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.


Quiero, para terminar, 
cuando estoy al borde célebre de la violencia 
o lleno de pecho el corazón, querría 
ayudar a reír al que sonríe, 
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca, 
cuidar a los enfermos enfadándolos, 
comprarle al vendedor, 
ayudar a matar al matador —cosa terrible— 
y quisiera yo ser bueno conmigo 
en todo.

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